Amigo fiel

Es la hora de volver a casa. A las doce, mi humana empieza a preparar la comida y no me puedo perder el espectáculo. La diminuta cocina se llena de cacharros, movimiento y buenos olores. Siempre hay algún regalo para mí. Cuando suenan las doce en el viejo reloj del mercado ya es hora de partir rumbo a mi hogar. Aunque aquí huele de maravilla, no ha habido manera de pescar ni un trocito de boquerón. En este mercadillo es muy difícil pillar nada, no tiran ni una raspa al suelo. Lo pesan todo con mucho mimo y los gatos no somos bienvenidos por estos dominios. Pero yo vengo igual todas las mañanas a olisquear y mirar con ojos suplicantes a ver si alguien se apiada de este pobre, y hambriento y desamparado minino. En realidad, soy un gato bien alimentado y feliz que tiene la suerte enorme de poder salir a pasear sin problemas todos los días. Salgo a eso de las ocho, ya desayunado, tras haber saludado efusivamente a mi dueña para que se sienta contenta conmigo y me dé de comer muchas c...