Amuleto

Sé que no hay escapatoria porque no lo llevo conmigo. Necesitaría tanto tenerlo entre mis manos. Su fría y afilada punta contra la cerradura de estas malditas esposas. Siempre ha sido de entre todas mis herramientas la más eficaz. La más perfecta. A todas partes lo llevaba conmigo. No puedo enumerar las veces me ha sacado de un apuro. Con él podía ejecutar mis trabajos en poco tiempo. Y no lo cambiaba por otro. Me daba suerte llevarlo cerca del corazón. Nunca en un registro de la policía levantó sospechas. Porque era un objeto absolutamente vulgar y discreto. Pero yo lo manejaba con destreza y mi apodo se debía en parte a ese sencillo elemento. Mi amuleto y mi salvación. Pero no en esta ocasión.
Pronto vendrán a por mí. Me han dejado en este apestoso sótano pero volverán con bates  y puños a sacarme toda la información. Nunca debí mezclarme con ellos, siempre he trabajado mejor solo.  No pienso decirles nada. Me costó mucho robar esa joya y ahora sólo hecho de menos no poder sacarme estos apretados grilletes y dejarles con un palmo de narices. Si tuviera mi amuleto me escaparía sin problemas. En eso soy un auténtico maestro. Pero en captar las trampas de la gente no soy tan bueno. Por eso estoy aquí.
Si no le hubiese hecho caso a ese mal amigo,  que me recomendó en el último momento que me cambiase de camisa para la reunión con los de la banda, ahora estaría tomando margaritas en una playa de ensueño. Estaba tan concentrado en lo bien que me había ido el golpe del otro día que olvidé por completo que mi “amigo” sabía lo hábil que yo era con mi herramienta secreta, la diminuta y metálica “llave” que llevaba prendida junto a mi corazón.  – Ese cabrón me la ha jugado. Seguro que está confabulado con los mafiosos estos, por eso me distrajo, me alejó de la salvación protectora de mi afilado y diminuto utensilio.
Cuando llegan los esbirros empiezan a pegarme con determinación, sin mediar palabra. Quieren ablandar la carne. Y yo sonrío como un pelele con los dientes llenos de sangre. Acabo de ver un brillo que me resulta familiar. Uno de los gorilas  tiene  algo en la solapa, algo que me resultó del todo providencial…
En una de las tundas que me dan, caigo como un peso muerto sobre mi agresor y arranco con los  dientes ensangrentados  el sucedáneo de amuleto. El tipo ni cuenta se da.
Puede que ahora tenga una oportunidad de escapar…



¿Sabéis ya cual es mi objeto perfecto, mi amuleto salvador?

Y no, no es una llave...

Es...






(un imperdible)

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